miércoles, 15 de diciembre de 2010

Ireland

Como ya comenté en la primera entrada considero el viaje que hicimos en 2007 a Irlanda como el primer gran viaje, aquel que despertó en nosotros el espíritu viajero. Decidimos aprovechar que Ryanair había empezado a volar a Dublín desde Vitoria (poco nos duró la alegría) y nos fuimos al verde país durante 10 días. Llegamos a Dublín, donde nos hospedamos en el Isaac's Hostel, viejo y legendario a la par que sucio, y donde además coincidimos con Diego y parte de su familia. Allí pasamos cinco días, y quitando el típico tiempo de perros que hace por aquellas tierras, la verdad que fue una ciudad que me agradó: muy anglosajona, no demasiado grande, que con un gran espíritu. Pudimos ver Trinity College, el Castillo de Dublín, Christchurch Cathedral, St. Patrick's Cathedral... pero creo que lo que más destaco en esos días fue Temple Bar, la zona con más irish pubs por metro cuadrado. No sé en que medida nuestro presupuesto se fue en Guinness, cuya fabrica también visitamos, pero la verdad que fue espectacular. E increíble The Porter House, junto a nuestro segundo albergue de Dublín, con sus pintas de cerveza casera, sus grandes cenas y sus míticos conciertos. Salimos todos los días, y es que por aquel entonces... todavía éramos jóvenes. Decidimos que después de Dublin había que visitar Cork, segunda ciudad de Irlanda, y allá que fuimos. La verdad que aparte de la bonita Catedral de Cork, la ciudad no tenía mucho más para ver; una ciudad industrial costera como cualquier otra. Eso sí, todavía no había llegado la turbiedad al grupo, ya que entramos en un pequeño antro lleno de lugareños barbudos en plan moteros y nos echaron muy amablemente. Para finalizar el viaje, decidimos llegar hasta Galway, pasando por Limerick y por los míticos acantilados de Moher, uno de los paisajes más impresionantes que he podido ver, con caídas al mar de más de 200 metros de altura. Allí en Galway teníamos pensado dormitar en la calle con unas cervezas, pero como no, las nubes y el sirimiri irlandés nos hizo cambiar de opinión, así que acabaos pagando la novatada y durmiendo en un 2-3 estrellas. Eso sí, dormimos y desayunamos como ningún día. En definitiva, otro gran país para volver, ya que la experiencia de disfrutar de unas buenas cervezas con música irlandesa... será redordada siempre; además de la simpatía de sus gentes (siempre se ha dicho que están algo locos) y de los bonitos y verdes paisajes.

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