
En Julio de 2008 pude visitar con mis buenos amigos Héctor y Guillermo Berlin, ciudad cosmopolita donde las haya y una de las más modernas de Europa. Coincidimos con un festival punk, así que en la estación de tren tuvimos una bienvenida un tanto especial: unos 500 policías antidisturbios armados hasta los dientes, pero bueno, qué cojones nos van a contar a nosotros. Camino del albergue (Helter Skelter) pasamos por el impresionante Reichstag, coronado por la moderna cúpula de Sir Norman Foster, y una vez allá ya nos costó menos llegar a nuestro destino. La verdad que no sé si fue buena o mala suerte, pero no vimos una nube en los 3 días que estuvimos danzando por allá, aguantando los más de 30ºC. Tras dejar las cosas en el albergue, descansar un rato, y tomar unas cervezas al son del buen rock que nos ponían allí mismo ya salimos a ver la ciudad. La verdad que aprovechan muchísimo el tirón del Muro de Berlín, por todas partes hay referencias, recuerdos, todo lo que te puedas imaginar... Haciendo un mínimo resumen, tras la II Guerra Mundial Berlin fue dividida entre el bando aliado y el soviético, y en 1961 fue construido el llamado "Muro de Protección Antifascista", que separaría la República Federal Alemana y la República Democrática Alemana hasta el año 1989, en que cayó el muro. Claro, imaginate que te plantan un muro de aqui a la acera de enfrente y no puedes ver a los tuyos en casi 30 años... Cosas incompresibles de la historia que hoy en día se siguen repitiendo. Volviendo a la ruta turística también vimos la Catedral de Berlin, el Museo Egipcio que tenía en su interior el famoso busto de Nefertiti, hicimos una ruta turística a pie de 3 horas a pie en la que nos enseñaron medio Berlin, vimos también el Monumento al Holocausto (ciertamente causaba una extraña sensación de agobio cuando te ibas metiendo en él)... Pero el gran descubrimiento del viaje fue Tacheles, casa okupa que alberga uno de los centros artísticos alternativos más importantes de Europa, con diversas exposiciones, sala de teatro, conciertos y una maravillosa terraza donde poder tomar una cerveza tranquilamente escuchando buena música. Allí se encontraba también el Café Zapata, donde tuvimos la oportunidad de ver un buen concierto, con sus llamaradas de fuego de todo, y de conocer a la famosa Kira Miró, cuyo hermano pinchaba en el Zapata. Así que en definitiva la ciudad a mí por lo menos me gustó bastante y quedé con la impresión de que quedaba mucho por ver, asi que para variar... tocará volver!
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